Los dioses
La religión romana es politeísta: originalmente las divinidades romanas son innumerables y despersonalizadas protegen cada una de las acciones humanas y naturales, por ejemplo Salus, que encarna la salud y el bienestar tanto del estado como del ciudadano particular. Sin embargo, la influencia griega terminará por moldear el panteón de los principales dioses romanos. Así, cada dios romano se corresponde con uno griego, tomando su apariencia humana, sus atributos y sus mitos, y tras ello pueden ser objeto de representación en las artes plásticas y ser personajes recurrentes en la poesía.
Numerosos dioses griegos fueron asimilados a los que ya existían en la religión romana mediante el proceso llamado interpretatio, por el que una divinidad extranjera es reconocida como la misma que una romana, tanto si comparten numerosas características en común como si apenas tienen un aspecto comparable. La interpretatio también se aplica a divinidades indígenas, como la diosa celta Ataecina, a menudo llamada Dea Sancta, identificada en alguna inscripción con la diosa romana Proserpina, que reina en el mundo subterráneo junto con su esposo Plutón.
Estos son los principales dioses grecorromanos, los llamados dioses olímpicos.
Numerosos dioses griegos fueron asimilados a los que ya existían en la religión romana mediante el proceso llamado interpretatio, por el que una divinidad extranjera es reconocida como la misma que una romana, tanto si comparten numerosas características en común como si apenas tienen un aspecto comparable. La interpretatio también se aplica a divinidades indígenas, como la diosa celta Ataecina, a menudo llamada Dea Sancta, identificada en alguna inscripción con la diosa romana Proserpina, que reina en el mundo subterráneo junto con su esposo Plutón.
Estos son los principales dioses grecorromanos, los llamados dioses olímpicos.