Introducción
El latín era una lengua indoeuropea que se hablaba en el Lacio, una región del centro de Italia por la que discurría el río Tíber. Junto a las orillas de este río se levantó una ciudad que, con el paso de los siglos, se convertiría en Roma, la más importante de todas las ciudades latinas. Sus habitantes eran los romanos, que en pocos siglos iniciaron la conquista de otros territorios, llevando su lengua hasta lugares donde nunca antes se había hablado.
El latín es uno de los elementos más importantes del legado que los romanos dejaron a la historia de la humanidad. Ya no se habla en ningún lugar del mundo, salvo en el Estado Vaticano, donde todavía se considera la lengua oficial. Todas las lenguas romances de Europa (español, galaico-portugués, catalán, italiano, francés, etc.) son herederas de la lengua latina.
Hay lenguas con muchos cambios de forma y otras con pocos cambios (lenguas muy flexivas y lenguas poco flexivas). El latín era una lengua muy flexiva, ya que los nombres y verbos adaptaban diferentes formas según su función sintáctica, su género o su número. Las lenguas romances como el español mantienen esta flexividad mediante cambios formales que indican las diferentes personas del verbo (amo, amas, amamos...), así como el género y el número en los nombres y adjetivos.
Sin embargo, hay lenguas que son poco flexivas. Una de ellas es el inglés, una lengua que no deriva del latín, que se caracteriza por las escasas variaciones en las formas del verbo: I love, you love, we love, they love... Lo mismo sucede con los adjetivos (red book y red books, red chair y red chairs), que no varían en género o número, a diferencia de lo que sucede en español (el libro rojo y los libros rojos, la silla roja y las sillas rojas).
El latín es uno de los elementos más importantes del legado que los romanos dejaron a la historia de la humanidad. Ya no se habla en ningún lugar del mundo, salvo en el Estado Vaticano, donde todavía se considera la lengua oficial. Todas las lenguas romances de Europa (español, galaico-portugués, catalán, italiano, francés, etc.) son herederas de la lengua latina.
Hay lenguas con muchos cambios de forma y otras con pocos cambios (lenguas muy flexivas y lenguas poco flexivas). El latín era una lengua muy flexiva, ya que los nombres y verbos adaptaban diferentes formas según su función sintáctica, su género o su número. Las lenguas romances como el español mantienen esta flexividad mediante cambios formales que indican las diferentes personas del verbo (amo, amas, amamos...), así como el género y el número en los nombres y adjetivos.
Sin embargo, hay lenguas que son poco flexivas. Una de ellas es el inglés, una lengua que no deriva del latín, que se caracteriza por las escasas variaciones en las formas del verbo: I love, you love, we love, they love... Lo mismo sucede con los adjetivos (red book y red books, red chair y red chairs), que no varían en género o número, a diferencia de lo que sucede en español (el libro rojo y los libros rojos, la silla roja y las sillas rojas).